Qué limpios los relatos de Hesse y qué ajustados a su época con esa búsqueda de una salvación en el arte. Así es tanto para él como para su cohorte de álter ego literarios: Narciso y Goldmundo, Harry Haller, Emil Sinclair en Demian o el pintor Klingsor en su último verano.
Ante el desastre europeo, ¿de qué nos ha servido el arte anterior a la Guerra, más aún, la empresa civilizatoria entera? El arte habría de ser algo más que una actividad distinguida y placentera; algo como anclaje y raíz ahora que «nuestra bella razón se ha vuelto locura, nuestro dinero es papel, nuestras máquinas solo pueden disparar y explotar, nuestro arte es suicidio».
Posiblemente el autor no creyera viable esa sociedad sustentada en el arte, y de ahí el esteticismo afligido e hipocondríaco que envuelve los lagos suizos. «Para mí no veía otra posibilidad que no fuera volver a la poesía, tanto si el mundo necesitaba la poesía como si no». Una forma extrema de literaterapia. Acaso poco para ti: una tabla de salvación para mí.
22/11/15
Hesse, la salvación
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